La b y la v, la v y la b nunca se entendieron con Mikel.
Y así un día Mikel escribía vibir, otro bivir y al siguiente
vivir. A veces a nuestro protagonista le daba por iva o por iba; por varco o
por barco; a veces se equibocaba y otras se equivocaba.
Por eso un buen día llamó a las dos letras para que se
pusieran de acuerdo. Lo cierto es que vistas o bistas así físicamente no tenía
mucho sentido confundirlas: una era estirada y la otra vajita o bajita. Lo peor
era que sonaban o sonavan igual. Daba igual que escribieras o escrivieras bino
que vino.
La b y la v le contaron a Mikel que para poder distinguirlas
debería o devería leer mucho. Así entendería con quién encajaba o encajava
mejor cada una de ellas, quién iva o iba con quien.
Desde entonces Mikel entiende mejor a esas dos gemelas.
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